NADA RÁPIDO Y MÁS FURIOSO
Juro que este blog no está dedicado a mis genitales y sus aventuras. De hecho, lo que hay es material, entre las estupideces del nuevo gobierno, la cultura woke y la infinita estupidez humana. Pero los hechos me forzaron a escribir el tercer y último capítulo de mi vasectomía. Y dice así...
La última etapa de una vasectomía consiste en hacerse el examen de laboratorio conocido como espermograma...aunque aprendí que también se le dice espermatograma o espermiograma. Es de esas como inversor e inversionista, o traumatizado y traumado. La verdad, no me gusta ni inversor ni traumado; entran en la lista con cabello, bolso, labial y allí. El punto es que el examen consiste en una muestra de semen, por método de masturbación, para verificar que en efecto no hay espermatozoides (conocido también como azooespermia, para que no digan que este blog no enseña nada) o que de existir, los mismos se encuentra muertos o inmóviles. El resultado ideal es el primero por supuesto, pero en el segundo caso el análisis puede llevar a concluir que la vasectomía fue exitosa y evitará que sigamos sobre poblando el planeta.
Llegada la fecha para practicarme la prueba mi cuerpo decidió que debíamos tener más motivos para visitar a la uróloga que me venía salvando mis pelotas, como para que la conversación no se tornara monótona. Así que días antes me empezó un dolor profundo en la parte derecha de la espalda y una maluquera como si me hubiera comido un ceviche de cangrejo en las calles del Rodadero en Santa Marta. La uróloga confirmó lo que mi diligente y ansiosa investigación en Google sugería: cálculo renal. Salí del consultorio de la prepagada con mi orden para el espermograma y unos exámenes de orina. Mostré las órdenes a otro personal de la prepagada quienes me entregaron un frasquito pequeño para el espermograma y un recipiente enorme, con capacidad para 3 litros, donde debía tomar muestras de orina durante las siguientes 24 horas. Me señalaron que la muestra para el espermograma debía ser dentro de los 30 minutos posteriores al cariñoso acto de extracción. Ah, también me pusieron una inyección de buscapina en el culo para el cálculo, lo que trasladó el dolor de la espalda a la nalga derecha. Hasta acá, todo sobre ruedas. Se me olvidaba que lo que empieza mal, termina mal...
Pasaron dos días y luego de estar orinando en el recipiente gigante, me levanté temprano en la mañana para recoger la muestra de semen. No que uno necesite razones para una masturbadita, pero saber que tenía la obligación médica de hacerlo le daba su toque de reivindicación social. Además tenía una exigencia técnica consistente en depositar la muestra dentro del frasquito sin regar ni una gota...así es, ni una gota. Más fácil ponerle la cola al burro con media de guaro encima, pero yo estaba comprometido con el reto. No contaba con la intimidante presencia en el baño del recipiente gigante de orina; es como una versión líquida de una urna funeraria. A pesar de eso, cumplí mi deber con puntería de ñero de la primera línea y salí volado con mi galón de pipí y mis indeseados hijos.
Llego a la sede de la prepagada con una gran sonrisa y mis secreciones, una en el bolsillo y la otra sobre el mostrador, sólo para que la señorita de la recepción me diga que allá no hacen el espermograma. Es decir, en la misma sede donde me dijeron que sí y me entregaron el frasco ahora me dicen que no. Obviamente le señalé que dos días antes, dos personas diferentes que trabajan allá me dijeron que sí. Ella no dijo algo como "se equivocaron, disculpe el error y el maletendido...", asumiendo una posición institucional y entendiendo que para el cliente la información proviene de la empresa, independiente del empleado que la dijo. Asumió un clásico rol colombiano, de "yo no fui", me importa un culo lo que mis compañeros de trabajo le dijeron y con un tonito como si yo me estuviera inventando el cuento. Mi sonrisa, que ya me había abandonado hace horas y quienes me conocen saben que son escasas, ahora era una mirada como la de Francia Marquez. En ese momento, para enfatizar que había sido cierto le dije: "hasta me entregaron el recipiente".
La señorita me miró como si fuera igual de estúpido a la nueva ministra de minas, de eso que un párpado queda a medio abrir, y me dijo "señorrr, ese recipiente es para la orina." O sea, esta inepta creyó que yo pensaba que un recipiente de 3 litros era ¡para una muestra de semen! Ni porque fuera un caballo. Me habría arrancado el miembro tratando de recolectar una muestra digna de semejante recipiente.
Ante la actitud desafiante y la imbecilidad rampante del comentario, resoplé con frustración, saqué de mi bolsillo el frasquito con mis muchachos, lo puse a la altura de sus ojos y dije "a verrrrr....¡ESTE FRASCO!" Como el colombiano promedio carece de vergüenza alguna, o tal vez por la limitada inteligencia de la señorita, no reparó en nada su actitud. Simplemente me dijo que debía hacerme la prueba en otra sede de la prepagada en Bogotá y de manera presencial, no llevando la muestra casera. No me malinterpreten. No me molestaba que se hubiera perdido la muestra o el placentero esfuerzo de recogerla. Al fin, los hombres desperdiciamos muestras en todo tipo de superficies y escenarios...es parte de lo que hacemos. Me molestaba la mala información, la mala actitud y la pérdida de mi tiempo.
Fui a la sede de Bogotá y la señorita que me atendió pareciera que era la primera vez que recibía a un tipo que se iba a masturbar. Estaba con la cara roja, miraba al piso y me llevó a un baño que queda dentro de un consultorio que estaba vacío. Estaba tan nerviosa que me dijo que también podía cerrar la puerta del consultorio, como si acaso yo fuera a tener alguna especie de orgía solitaria y se necesitara de un grado extra de privacidad. En fin, entregué mi muestra y chao.
Ahora a esperar los tan esperados resultados. Después de lo que había sido toda la vasectomía y el malentendido con la prueba, no puedo negar que estaba nervioso. Tanto que le dije a mi esposa, "con la racha que llevo, son capaces de decirme que encontraron 1 espermatozoide." Qué les puedo decir, el día que Refisal se retire del Gol Caracol (y nos deje en paz) puedo tomar su lugar sin problema alguno. Abro el reporte del espermograma y dice "Se observa 1 espermatozoide por campo". Por campo quiere decir, por cada vez que miraban una muestra en el microscopio. Acá volvemos a la parte educativa de este blog. Una eyaculación es en promedio de 1,5 a 5 ml. y contiene entre 20 a 150 millones de espermatozoides. Mi muestra fue de unos modestos 2,6 ml. por lo cual, sin vasectomía debía haber tenido entre 35 y 78 millones de espermatozoides. Es claro que post-vasectomía pueden quedar algunos espermatozoides en el camino y que aparezcan en la muestra. Pero que en serio pasáramos de millones a encontrar 1 por campo es tan poco probable como que Petro sea buen presidente. Como lo he dicho, no compro la lotería porque me gasto mis bajas y extraordinarias probabilidades en estas maricadas. Voy a mí consulta con la uróloga, le muestro los resultados y me dice que eso no dice nada. Que normalmente, en caso de encontrar espermatozoides, debe decir si están vivos o muertos y si tienen movilidad. Ella me instruye que hable con el laboratorio. Voy a la oficina del laboratorio, les comento la situación y lo que dijo la doctora. La señorita me imprime los resultados en otro formato el cual sí incluye una tabla para señalar cuántos estaban vivos y cuántos tenían movilidad y me lo entrega con actitud de "esto está solucionado" Ambas casillas, vacías. En este punto no solo se incrementan mis dudas por el futuro de los colombianos sino por el de la humanidad en su totalidad. Me toca explicarle a mí, con mi PhD en medicina de Google, que eso no dice nada. Al cabo de 15 minutos de espera mientras hablaban con alguien por teléfono, me dijeron lo siguiente: "me dicen de Bogotá que encontraron tan poquitos espermatozoides que no podían saber si estaban vivos o muertos o si se movían". Es decir, la tecnología es tan avanzada que pueden ver 1 hijueputa espermatozoide pero no darse cuenta de cuál es su estado. Claramente, una jugada para quitarse de encima "al paciente cansón" asumiendo que es tan estúpido como para creerse ese cuento. Les dije que eso era mentira y que por favor le informaran eso mismo a la doctora, cosa que no sucedió. Al cabo de otros 15 minutos, hablaron con la doctora y me dijeron que me fuera a casa, que seguirían investigando qué pasó y que me enteraría a través de la doctora. En horas de la tarde ella me escribió diciendo que fuera a otro laboratorio, que se estaban haciendo los locos.Días más tarde voy a Bogotá, a un prestigioso centro de salud especializado en estos temas y recomendado por la uróloga, para nuevamente hacerme un espermograma. Pago en el primer piso y subo al cuarto piso donde me van a entregar el frasco y llevarme a un cuarto para auto exorcizarme. Mi sorpresa se da cuando trato de combinar audio con video. La voz es totalmente masculina y propia de un barítono. La imagen es de una mujer o bueno, para ser honestos, la de un tipo de 1.85 de estatura con rubor en los pómulos, pelo largo y liso con corte como el de Edna Moda (la de los Increíbles) y manos de gorila con el correspondiente manicure creativo con florecitas y figuritas miniatura en cada uña. No propiamente la imagen que me ayudaría a cumplir con cabalidad la sensual tarea. Y antes que se despeluque algún lector desprevenido, no soy transfóbico ni nada similar. Sólo le tengo fobia a las arañas y a la estupidez. Simplemente no es lo mío. Como cuando los invitan a comer a una casa y justo sirven lo que no les gusta; se le quita el apetito a uno. En cualquier caso, hice lo que acostumbro para hablarle a la gente por su nombre. Leí el carnet que le colgaba del cuello y me llevé aún otra sorpresa. Su nombre es Isis, como el del famoso grupo terrorista del medio oriente. Tal vez ser transexual requiere cierto nivel de rebeldía pero hasta yo pensaría que ese nombre es un poco radical. Más allá de lo poco convencional que era todo, Isis fue súper amable y me llevó al cuartico dónde había un sillón propio para una maratón de Netflix. La reclinación del espaldar creo que dificultaba la recolección de la muestra y favorecía una auto salpicada. Estaba también cubierto en ese papel azul desechable pero era claro que no me iba a sentar ahí. Hay algo terrorífico en usar una silla que se usa exclusivamente para el famoso "harakiri". Preferí el modo soldado, de pie y dando las gracias por los videos gratis de Pornhub. Esto último no lo tengo que explicar, no se hagan los locos.
Días más tarde tuve que ir a recoger los resultados de manera presencial. Estaba más nervioso que finalista de Miss Universo. No toleraría una segunda vasectomía o más realismo mágico en pruebas de laboratorio. La noticia fue la esperada: ¡azooespermia! Mi pesadilla ha llegado a su fin. Los días de gastar en métodos anticonceptivos o el salto del tigre obligado, han finalizado. Se acaba el riesgo de seguir poblando un planeta ya invadido por los humanos y más importante aún, puedo empezar a escribir entradas en el blog sobre temas menos íntimos y ojalá igual de divertidos. Tengo que agradecerles a ustedes los lectores por soportar esta saga que ha tenido más fantasía que Harry Potter, con más morados y frustración que Rocky, con más orcos que El Señor de los Anillos y que si logro venderla a un estudio, la titularía Nada Rápido y Más Furioso.
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