RETROCEDER NUNCA, ¿ARRUGARSE JAMÁS?

Muchos se preguntarán qué habrá sido de la traumática vasectomía y como toda buena historia tiene una secuela, la mía, digo la vasecto-MÍA no podía ser una excepción.  Eso sí, esta es más corta y ejecutiva.  

Una semana y media después de la cirugía, noté como una de mis pelotas, la derecha si es que necesitan saber...mi derecha o sea la que está a la izquierda de ustedes si me están mirando de frente, logró su tamaño normal.  Por supuesto esto me llenó de alegría y creo que podría clasificarse como un momento tierno.  La izquierda continuaba siendo el problema...como ha sido a lo largo de la historia, la izquierda siempre es el problema.  Pues descubrí que aquella también había alcanzado su tamaño estándar pero se encontraba por allá atrás, cerca del que comúnmente se conoce como "el balazo".  ¿Qué había adelante? Bueno pues otro tipo de pelota, dura y en una posición fija con una herida que sangraba a diario. Adicional a este festín visual propio de un circo del siglo 19, empezó un dolorcito bien cansón, de esos que palpita y que me estaba dejando sin dormir y aumentando mi mal genio, como si eso fuera posible.

Una vez más, modo Snap Chat con mi cirujano, enviándole selfies de mi genitalia, acompañado de mi descripción técnica.   Estuve tentado a añadirle stickers o GIFs como para que la cosa fuera menos rutinaria. Esta vez la foto generó preocupación inmediata y me pidió que fuera una vez más a ver a su colega uróloga en Chía, ya que él se encontraba fuera del país.  Así procedí y tan pronto llegué donde la doctora le conté sobre mi estado aclarándole que estaba como una mesa de billar...es decir con 3 bolas y sí, podría decirse que con 1 roja y 2 blancas.  Claramente su expresión fue de que algo no estaba bien y tan pronto me revisó dijo, "te tengo que pasar a cirugía".  Aunque no lo crean era justo lo que esperaba oír. Que hagan lo que tengan que hacer pero que me arreglen.  Sin embargo, la cosa se puso más interesante.  

El diagnóstico era el que yo desde un inicio había sugerido: hematoma.  Era claro que el sangrado que tuve el primer día, que parecía de una película de Chucky, tenía que terminar acumulándose en algún lado e iba a generar problemas.

Como dije, la reacción inicial fue que iba a necesitar cirugía.  Sin embargo, viendo que la herida estaba abierta, la doctora me dijo que quería intentar algo antes.  Me dijo esto como cuando alguien le está hablando a un perro furioso; con una voz suave y pausada lo que normalmente indica que debería asustarme.  Lo que vino durante los siguientes 15 minutos, fue una espichada manual de mi pelota izquierda como quien está tratando de sacar el último cuncho de crema de dientes del tubo; con presión constante, deslizante y acompañada de una exhalada al final de cada movimiento.  La nota positiva es que descubrimos que tengo un alto umbral del dolor.  Normalmente esa amasada testicular duele como los demonios; en mi caso no sentí dolor.  Puede ser que desarrollé esa tolerancia gracias a los infinitos balonazos que me han dado en las güevas en mi trayectoria como arquero amateur de fútbol...y en la época del colegio era con balones Mikasa mojados que es lo más cercano a un balón medicinal.  

El punto es que me sacaron unas 10 manotadas de coágulos de sangre y mi tercera pelota, la roja, ahora era un tradicional cúmulo de arrugas escrotales.  Eso sí, he tenido que suspender el consumo de mermelada de frutos rojos, cereza o agrás por obvias razones.  



Finalizada la sesión de sadomasoquismo clínico, la doctora me envió a casa con dos tareas.  La primera, seguir estripándome por unos días para sacar cualquier coágulo restante.  La segunda, comprar toallas higiénicas ya que la herida seguiría drenando por un par de semanas.  Camino a la casa, paré en la droguería y pregunté por toallas higiénicas a lo cual vino la muy predecible pregunta, "¿de cuáles?"  Calculen la corchada.  No porque no supiera sino porque nos llevan bombardeando por años con comerciales de esos productos y pareciera que cada día inventan una nueva tecnología, con nuevos atributos y funcionalidades que hacen que un ingeniero de la NASA parezca un tarado al lado de los que diseñan las toallas.  Mientras pensaba si las quería con gel, alas, ultra delgadas o invisibles, el vendedor optó por ofrecerme las más vendidas.  Un argumento suficientemente bueno para mí.  A partir de ahí ingresé al club de Nosotras y me tomé el tiempo de leer todos los letreros del empaque:  "10 toallas natural, invisible clásica, tela tipo algodón* (no quise leer a qué se refería el asterisco), con Aloe Vera y Manzanilla, zona anti derrames, ajuste seguro y con alas"  No soy de los que se emociona particularmente por hierbas y jodas naturales pero había algo reconfortante en saber que mis espichadas y traumatizadas pelotas estarían entre aloe vera y manzanilla.  
Tuve además la suerte de comprar un paquete en oferta e incluía dos toallas para por la noche.  Estas tienen las mismas prestaciones sólo que no son tan invisibles.  Son más bien como un pañal rectangular que va desde el ombligo hasta donde empieza la raya del culo.  Las alas protectoras ya no son del tamaño de las de una mariposa sino como de un cóndor.  Recuerden que dichas alas son adhesivas y ante la inexperiencia de cómo ponerse la toalla, en varias oportunidades se me pegaron al culo o la entrepierna, obligándome a ejecutar una depilada brasilera casera.  

La verdad es que las toallas ayudaron muchísimo.  Al cabo de unos días ya era diestro en su manejo y me identifiqué con lo que dicen todos esos comerciales; me habían devuelto la confianza y seguridad en mí mismo.  Es más, casi me vuelvo una mejor persona por cuenta del mensaje que venía en el empaque (nosotras cambiamos el bullying por loving) pero menos mal no las tuve que usar tanto tiempo.  Eso sí, no me pude meter al jacuzzi porque acá no había tampón que valiera.

  
Hoy ya me encuentro de regreso a la normalidad y estoy funcional en todos los aspectos.  Resta saber si la vasectomía logró su cometido, para lo cual debo esperar un mes más.  Ya transcurridos unos meses desde la cirugía y pensando en toda la experiencia, tuve claro que nunca iba a retroceder pero sí tuve la duda de si mi escroto no volvería a arrugarse jamás. 

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