TERROR EN LA PELUQUERÍA

 

Hoy, sin esperarlo, tuve que tolerar una tortura inimaginable mientras me cortaban el pelo.  No sólo no lo esperaba sino que estaba convencido de que mi peluqueada sería cosa de 15 minutos como de costumbre; el destino tenía algo diferente preparado para mí.

Debo empezar por aclarar que mis defensas estaban algo bajas ya que, fuera de lo común, me corté el pelo muy temprano, empezando el día.  Aproveché que tuve que tomar unos exámenes de laboratorio, de esos que exigen estar en ayunas y pensé, "qué son 15 minutos más de hambre."  Grave error....

Entré como de costumbre, al mismo lugar de siempre y nunca he sido de tener un peluquero preferido.  El que esté de turno funciona para mí.  Ahí estuvo la primera señal...era una peluquera mujer.  Y aunque las feministas ya debieron resoplar, la realidad es que los peluqueros hombres son mejores.  Igual me senté y me despaché con la de siempre: "máquina 2.5 a los lados y arriba despuntada."  

Cuando ya estaba sentado y listo me di cuenta que había empezado a sonar una canción de Maná.  Sí, Maná.  Esa banda que parece nunca acabarse, que tiene un baterista de metal y un cantante que es igualito a Caitlyn Jenner...no sé a cuál de esos dos ofende pero igual ninguno sale bien parado.  Maná puede ser una de las bandas que más detesto.  Son muchas las razones pero por qué no empezar con la maldita canción de "Me vale"...la que sieeempre ponían en algún momento de la rumba en una discoteca para que,  una vez se oyera el "échale vampiro" todo el mundo se conectara con el rockero que creen llevar adentro y brincaran convencidos de que estaban casi, casi haciendo un pogo.  Los que de verdad nos gusta el rock seguro habrán vivido este desagradable momento.  

Volviendo a la peluquería, pensé que sería cuestión de una canción y en cualquier caso tolerable ya que mi peluqueada suele ser cosa de minutos.  No había prendido la peluquera la máquina cuando qué oigo...me tocó la peluquera melómana.  Esos melómanos, presentes en todos los ámbitos y profesiones, que parecieran estar tan felices con su vida y tan conectados con la música, que no pueden evitar cantar, tararear y/o silbar cualquier canción que esté sonando.  O están en un lugar donde siempre suena lo que les gusta o simplemente tienen una memoria formidable pero acompañan cualquier canción.  Pues esta loca arrancó a cantar Maná sin ningún tipo de vergüenza...la mínima que uno esperaría de alguien que no sólo parece disfrutar de esa puerca banda sino también de saberse y cantar las letras.  En ese momento la realidad me golpeó como un mazo.  No iba a ser una peluqueada corta ni de rutina y sumado a que estaba en ayunas, mi casi nula tolerancia iba a ser puesta a la prueba.

Empezó a bolear máquina con el estilo propio de las peluqueras mujeres consistente en ignorar el hecho de que la cabeza no es cuadrada, aunque sí que es cierto que mucho colombiano tiene la cabeza plana por detrás...no sé si no los voltearon cuando eran bebés...en fin.  Mientras me cascaba con la máquina empezó una segunda canción de Maná y fue cuando supe que estaba condenado a un disco de éxitos.  Esto era una clara definición de karma; estaba pagando algo de alguna vida pasada o hasta de esta, porque tengo claro que merecido me lo tengo.  

Para profundizar mi incomodidad, la peluquera hizo algo propio de este tipo de melómanos cantarines.  Algo que creo que hacen para cancherear, para mostrar su dominio sobre la canción.  Cantan la estrofa justo antes de que suene.  Eso suele emputarme de cualquier persona, en cualquier género musical y en cualquier contexto.  En estas circunstancias, se sentía como una patada en las pelotas.  En este momento muchos pensarían que ya la situación no podía empeorar pero la vida nos enseña que todo siempre puede ser peor.

La tercera canción y creo que acá ya estábamos pasando de la máquina a las tijeras, fue una que nunca había oído y que tristemente nunca podré sacar de mi cabeza.  Es como cuando uno ve algo muy impactante y le queda grabado en la memoria.  Sólo con el nombre de la canción, creo que me darán la razón.  Si se sienten curiosos, arriesgados o sólo quieren probar que estoy exagerando, los reto a que la oigan.  Se llama "El reloj cucú".  Que tal ese hijueputa nombre...ahora, hay que reconocer la consistencia.  La música y la letra es tan de mierda como el nombre.  Es justo el tarrado de popó que uno esperaría de Maná con una canción llamada así.  El momento más tenebroso fue cuando Fer y la peluquera cantaban al unísono un pedazo que dice, "oye cucú, papá se fue"... 

Me sentía desolado y sólo quería que la tortura acabara pronto.  Me ilusioné cuando oí la clásica pregunta de cierre, "¿se va a hacer el champú?"  Mi aceleré tanto para dar un contundente NO que casi me atoro pero luego la peluquera, con la velocidad propia de un abusador y antes de que yo pudiera reaccionar, sacó el cepillo de puntillitas y el secador.  Si, sonaba oootra canción de Maná acompañada por la voz de la peluquera y el detestable sonido del secador de pelo.  Me estaban "cepillando de pa adentro"...como en rulos.  Algunos habrán vivido eso y si no, el resultado no es otro que terminar con el pelo totalmente esponjado, como actor de telenovela de los 90's.  ¿Cómo saber que es demasiado esponjado? Si la luz pasa por la parte superior del peinado...

Algunos dirán que por qué no le dije que parara pero entre el hambre, la música de Maná y la cantada incesante de la peluquera ya no tenía fuerzas para decir nada.  Y sé que no me lo van a creer pero no paró ahí...faltaba el remate.  Ya con 15 centímetros más de altura por cuenta de mi peinado, oigo "échale vampiro" y simultáneamente esta vieja cogió las tijeras grafiladoras.  Esas que tienen dientes para "reducir el volumen".  No es que yo tenga mucho volumen de pelo pero el que se veía era por culpa del !puto cepillo con secador!  Pues mientras cantaba felizmente "me vale todo" daba unos tijeretazos con estilo artístico, como cuando un gran pintor da pinceladas clave para rematar su obra de arte.  

Finalmente me preguntó que si me iba a "aplicar" cera y antes de responder, ya habiendo aprendido la lección me fui poniendo de pie.  Salí caminando a paso rápido en busca de mi carro.  Sentía el viento frenándome al meterse por mi esponjado peinado.  En el carro traté infructuosamente de aplastar el peinado con mis manos.  Llegué a mi casa a mojarme la cabeza y casi que entre lágrimas, contarle la terrorífica experiencia a mi esposa quien entendió y me felicitó por mi valentía al no haber perdido la compostura.

Ha sido un día muy largo y pasarán muchos más antes de sentirme tranquilo.  Lo irónico es que no sonó la única canción de Maná que habría tenido algún tipo de sentido: "Me huele a tristeza".



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